lunes, 19 de enero de 2015

Naufragio.

Cuando solo sientes ese puto vacío en tu pecho que te consume, te convierte en la nada, te mata por dentro.
Solo quieres desaparecer del mundo, borrar toda señal de tu existencia y hundirte.
Hundirte, seguir hundiéndote. Porque sabes que si vuelves allí arriba, si vuelves a la superficie, el dolor será mucho peor.
¿Y qué si eres un cobarde o eres débil por dejarte arrastrar? Si ya no tienes fuerzas para luchar contra la corriente. Si ya no eres nada, solo eres ese vacío, ya te has dejado consumir. Ya nada importa.
Simplemente te hundes, te hundes, te hundes hasta que tocas fondo.
Tocas fondo, te ahogas, tragas agua hasta que tus pulmones se llenan de ella. Hasta que ya no hay nada. Solo hay negrura, más vacío y ahora, por primera vez, sientes miedo. Miedo de perderlo todo y de que ese sea tu final.
Rezas por que no sea así. Rezas por que se calmen las aguas. Intentas gritar, intentas nadar. Esperas a que alguien venga a por ti. A salvarte. Pero no llega nadie, no te oyen, no te rescatan.
Y entonces ocurre. Entonces flotas, flotas poco a poco hasta la superficie. Flotas con la corriente que te lleva. Y estás aliviado. No quieres volver a hundirte, ahora quieres seguir flotando, o incluso luchar. Sabes que encontrarás las fuerzas para hacerlo, las recuperarás.

.